Hatnub y el horizonte de Jufhu

Ya no quedaban apenas lapislázulis para pagar a los canteros de Asyut y Jufhu necesitaba cada vez más alabastros.  Snefru, su padre, había conseguido acabar El-haram el-watwat antes de su muerte y, la falta de recursos de su primogénito, no dejaba el imperio en buen lugar. Así que fue sencillo tomar la decisión de dejar a su hija en el Lupanar.

Ella, vestida con sus mejores galas y una flor de loto en el pelo, traspasó aquel umbral con la convicción de convertirse en la mejor Kat Tahut de todas ellas y, noche a noche, acumulaba tantas gemas como alabastros necesitaba su esposo pater.  Bajo el jergón, sellaba cada ayunto con una turquesa y guardaba para sí una esmeralda de cada amante.

Tras endosar su savia, abandonó la mancebía con apenas un hálito llevando consigo su riqueza  y  construyó su mastaba a los pies de su amado.

Descansa en tu pirámide, reina.

¿Te visualizo tu cuento?

Autor: anavalado

Decía Diane Arbus que “La fotografía es un secreto de un secreto. Cuanto más te dice, menos sabes“. Mis fotografías cuentan secretos de todos los secretos que no se quieren contar. Son imágenes que hablan, imágenes que marcan. Mis secretos en realidad no lo son. Siempre quieren contar. No son mis historias. Son historias de todas las historias. Son tuyas cuando las miras. Tus luces. Tus sombras. Son mías cuando las hago. Mis luces. Mis sombras. Yo guardaré tu secreto. Guarda tú el mío. Y tendremos guardado un secreto de un secreto para siempre.

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