Atenea apenas hablaba mientras bordaba la undécima diosa, Demeter, en aquel gran tapiz de seda.
Aracne reía a horcajadas.
Con cada hilo de Atenea, Aracne sellaba burlas en su tapiz.
A Zeus le bordó sin cielo, a Hera sin reino, Poseidón vagaba en desiertos y el rostro de Afrodita fue deformándose en cada puntada.
Enfureció a los dioses.
Ares lanzó fuera del Olimpo un ejército de serpientes y Hefesto atrapó a Aracne en un manto de araña.
Y nunca más sonrió.